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Homo asimetricus (I): Humanos diestros y zurdos

03/03/2015

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Homo asimetricus (I): Humanos diestros y zurdos

12/01/2015

La asimetría es una propiedad intrínseca a la naturaleza del ser humano y otras especies animales. Tanto exteriormente como interiormente nuestras estructuras y órganos presentan una clara asimetría. El corazón, los pulmones, el sistema circulatorio, el abdomen, así como nuestras manos, brazos, piernas y todo lo que va por parejas presentan diferencias más o menos marcadas entre ambos lados. En el encéfalo también existen estas asimetrías, tanto en su nivel anatómico y neurofisiológico, como neuroquímico y funcional. Pero ¿cómo se desarrolla esta lateralización a lo largo de nuestra vida?

Desde el punto de vista del comportamiento, la preferencia manual es la asimetría funcional más claramente establecida en los seres humanos. Aproximadamente entre el 85 % y el 90 % de los seres humanos presenta una lateralización diestra en el uso de las manos (Annett, 2002). Como es sabido, la lateralidad manual parece ser un indicador de la especialización hemisférica cerebral para las tareas motoras e indirectamente nos proporcionaría información sobre las funciones lingüísticas en el cerebro humano. El 96 % de los seres humanos manualmente diestros presentan una dominancia cerebral izquierda para el lenguaje. Por contra, en los zurdos este porcentaje se situaría en el 70 % (Knecht et al., 2000). Esta relación entre la preferencia manual y la especialización cerebral para las funciones lingüísticas ha sido considerada por algunos autores como una coevolución única y singular del cerebro humano (Annett, 1985; Corballis, 2002). Según esta perspectiva, en los humanos la evolución de la dominancia manual estaría relacionada con la emergencia no sólo del lenguaje oral sino también del lenguaje gestual, el uso y fabricación de instrumentos y otras funciones cognitivas superiores (Bradshaw & Rogers, 1993).

En la mayoría de las ocasiones, la lateralidad manual se evalúa en relación a la preferencia en el uso de la mano para realizar diversos comportamientos como escribir, lanzar, golpear, y otro tipo de actividades cotidianas. Algunos estudios han desarrollado escalas estandarizadas de preferencia para medir la dominancia manual en niños (Porac & Coren, 1981). Sin embargo, estos tipos de evaluación no reflejan la distribución continua de la lateralidad manual. Lo que hacen es clasificar a los individuos en una serie de categorías más o menos homogéneas, teniendo en cuenta diferentes grados de preferencia entre lo diestro y lo zurdo. Otro método utilizado es determinar la competencia relativa de cada mano en actividades que requieren cierto grado de precisión. Este sistema permite realizar distinciones sutiles en el grado de preferencia sobre una escala cuantitativa (Bishop, 1989). Algunos autores han creado índices simples de lateralidad basados en tests de preferencia que evalúan (1) el uso espontáneo de una u otra mano para un grupo de tareas espontáneas, y (2) el desempeño en tareas complejas inducidas como la peg-moving task o la crack-rotation task (Fagard & Corroyer, 2003). Esta utilización conjunta de diversas tareas, sobre todo las que son inducidas, resultan especialmente aconsejables si tenemos en cuenta que la lateralidad manual puede ser un rasgo multidimensional y no unidimensional (Rigal, 1992; Wesley et al., 2002), y que un único test o tarea no sería suficientemente exhaustivo, ni representativo, para evaluar la asimetría manual.


Desde el punto de vista ontogenético, los comportamientos lateralizados ya tienen su reflejo desde el primer trimestre de vida, tanto en movimientos de las extremidades superiores (Hepper et al., 1998), como en otras conductas como la succión digital (Hepper et al., 2005). La dominancia manual derecha a nivel poblacional se ha constatado igualmente durante el primer período postnatal (Michel, 1998). Cabe decir que, en la mayoría de los seres humanos, la mano derecha también es la dominante y la más rápida en aquellas actividades que requieren habilidad, precisión, o movimientos secuenciales de los dedos (Bradshaw et al., 1990). Por tanto, un elemento que parecería estar modulando las asimetrías manuales serían los cambios que tienen lugar a lo largo del ciclo vital del individuo (Teixeira, 2008).

En este mismo contexto ontogenético, algunos estudios indican que los niños utilizan inicialmente ambas manos de manera indistinta (Rönnqvist & Domellöf, 2006) y posteriormente, hacia los 18 meses, la lateralidad manual comenzaría a estar más clara (Fagard & Marks, 2000) quedando finalmente establecida en los siguientes años (Ingram, 1975). Junto a esto, se han observado preferencias manuales diestras en el comportamiento espontáneo de recién nacidos a término (Ottaviano et al., 1989) en aspectos como el movimiento del brazo en dirección a un objeto (Gaillard, 1996) entre los 0 y 1 meses. De igual manera, los bebés con un desarrollo normal comienzan a realizar la conducta "coger con la mano un objeto" a las 12-15 semanas posteriores al nacimiento (von Hofsten, 1984). A los 3-4 meses la recogida de objetos se produce más a menudo con ambas manos y cuando los items a coger son manejables (Bruner & Klossowski, 1972). A la edad de 6 meses continúan utilizando ambas manos para coger objetos grandes, pero ya utilizan una única mano para recoger objetos pequeños, favoreciendo además el uso preferente de una de ellas (Clifton et al., 1991), siendo un patrón que se mantiene también durante los 7-8 meses de edad (Fagard, 2000).

Las preferencias manuales han sido incluso observadas durante los períodos de desarrollo embrionario y fetal del ser humano, mucho antes del posterior desarrollo del lenguaje. A modo de ejemplo, O'Rahilly y Müller (1987) observaron que en la mayoría de los embriones humanos la mano derecha estaba más desarrollada que la izquierda a las 7 semanas. Hepper, Shahidullah y White (1991) observaron a través de ecografías que a las 15 semanas la mayoría de los fetos preferían succionar su pulgar derecho, sugiriendo que la dominancia manual podría estar presente antes del nacimiento. Posteriormente, y tras un seguimiento de una muestra de 75 individuos, se encontró que 60 de los fetos que preferían succionar su pulgar derecho eran diestros en la adolescencia, y que de los 15 que preferían succionar su pulgar izquierdo, 5 eran diestros y 10 eran zurdos (Hepper et al., 2005). En relación a la estabilidad de las preferencias, la lateralidad manual cambia y se va mostrando más consistente a lo largo de los años durante la infancia (Bryden et al., 2000). Otros autores también afirman que la dominancia manual resulta cada vez más estable a partir de los 3-4 años de vida (Corbetta & Thelen, 1996; Corbetta & Thelen, 1999; McManus, 2002), mostrando una mayor habilidad en actividades manuales complejas (coordinación bimanual), que también mejorarán con la edad (Wolff et al., 1998).

 

Un primer argumento para explicar estos cambios durante el desarrollo apunta a que la integración interhemisférica varía a lo largo de la infancia. El corpus callosum es uno de los últimos sistemas que se mielinizan durante la infancia, tal como muestran los estudios neuroanatómicos (Salamy, 1978) y de potenciales evocados (Hagelthorn et al., 2000). La modificación de esta estructura conectiva de sustancia blanca entre ambos hemisferios asociada a la edad es un elemento que podría afectar globalmente a la asimetría manual en la infancia y en la vejez. En estudios comportamentales también se ha observado esta mejora en la integración interhemisférica a lo largo del desarrollo ontogenético en muchas tareas de transferencia interhemisférica (Greiner & Fitzgerald, 1992), que algunos autores sitúan alrededor de los 5 años (Fagard & Corroyer, 2003). Dentro de esta línea de la influencia de cambios estructurales asociados a las preferencia manuales, Dolcos y colaboradores (2002) han propuesto dos modelos de asimetrías hemisféricas asociadas a la edad: (1) el modelo del hemisferio derecho envejecido, y (2) el modelo de reducción de la asimetría hemisférica en adultos. El primero propone que el hemisferio derecho presenta un mayor deterioro asociado a la edad que el izquierdo. Desde este punto de vista sería esperable un aumento de las asimetrías motoras en la vejez. El segundo modelo propone que la actividad frontal durante la ejecución cognitiva o motora tiende a estar menos lateralizada en individuos más viejos que en adultos jóvenes; es decir, la edad favorecería una tendencia hacia la simetría en el uso de las manos. No obstante, Teixeira (2008) ha presentado recientemente unos resultados que indican que globalmente no se produce una disminución de las asimetrías manuales en función de la edad. De ahí que, se estarían contradiciendo algunas de las hipótesis enumeradas anteriormente como la del envejecimiento del hemisferio derecho (Dolcos et al., 2002) o la de la disminución del tamaño del corpus callosum (Hayakawa et al., 1989). Por tanto, los cambios estructurales o funcionales que tienen lugar en el cerebro a lo largo de la edad no producirían cambios globales a nivel de asimetrías manuales. Más bien estos cambios asociados a la edad parecerían estar relacionados con la propia experiencia motora del uso de las manos que a lo largo de los años modularía la disposición innata a estar lateralizado manualmente. No obstante, la detección de estos cambios durante el desarrollo dependerían en parte del método de evaluación. Con la utilización de escalas de preferencia se ha observado que los niños emplean menos su mano preferente que los adultos (Brito et al., 1992), y que a medida que van madurando el uso de esta mano preferente va aumentando y adquiere mayor habilidad (McManus et al., 1988). Sin embargo, cuando se utilizan los test de diferencias en el rendimiento, los cambios observados con la edad son menores (Annett, 1972).


Un segundo argumento para explicar las diferencias interlaterales en el uso de la mano con la edad es que las preferencias manuales pueden depender en gran parte de la tarea que se esté llevando a cabo. Su hipótesis principal es que una determinada tarea provoca unos requerimientos sensoriomotores específicos sobre la organización neuronal de la conducta que influye sobre la lateralidad manual a la hora de resolver la tarea (Teixeira, 2008). Por ejemplo, en las tareas de repiqueteo repetitivo rápido existe una preferencia consistente por el uso de la mano derecha (Teixeira, 2008), detectada tanto en la infancia temprana (Fagard, 1987; Ingram, 1975), como en adultos jóvenes (Agnew et al., 2004; Hammond et al., 1988; Lutz et al., 2005; Schmidt et al., 2000). Por el contrario, cuando los movimientos secuenciales rápidos son llevado a cabo con diferentes dedos se encuentra una ejecución simétrica entre ambas manos (Hausmann et al., 2004). En tareas de tiempo de reacción con requerimientos de análisis espacial, se ha observado una respuesta más rápida de la mano izquierda sobre la derecha, tanto en tareas de tipo simple (Barthélémy & Boulinguez, 2001), como en aquellas que implican elección (Barthélémy & Boulinguez, 2002). Estos datos sugerirían una dominancia del hemisferio derecho para tareas visuoespaciales, favoreciendo el uso de la mano izquierda en aquellas tareas que requieren un análisis espacial complejo.

En resumen, lo que observamos es una diversidad de perfiles de uso manual en función de la tarea evaluada, encontrando tres grandes grupos de preferencias asociadas a cada tarea: (1) las que se realizan preferentemente con la mano derecha, (2) las que muestran una simetría en el uso de las manos, y (3) las que lo hacen con la mano izquierda. En primer lugar, dentro del grupo de tareas caracterizadas por una preferencia en el uso de la mano derecha se encuentran: escribir (Blank et al., 2000; Rigal, 1992), apuntar a un objeto estático (Boulinguez et al., 2000; Sainburg, 2002), lanzar a distancia (Teixeira & Gasparetto, 2002; Watson & Kimura, 1989), y la fuerza manual (Ingram, 1975; Rigal, 1992). En segundo lugar, algunas tareas que muestran una ejecución simétrica entre ambas manos son: tiempo de respuesta anticipatorio (Teixeira, 2000), agarrar objetos en movimiento (Teixeira, 1999), y tareas industriales como atornillar o taladrar (Salazar & Knapp, 1996). Por último, las actividades caracterizadas por una preferencia de la mano izquierda incluyen tareas posturales con la mano (Ingram, 1975; Kimura & Vanderworlf, 1970). Siguiendo dentro de los argumentos sobre la influencia de la complejidad de la tarea en el desarrollo de la lateralidad manual a lo largo del desarrollo, se ha observado que mientras que el repiqueteo cronometrado (Fagard, 1987) y las acciones de coordinación corporal global (Denckla, 1974) están caracterizados por una disminución de las asimetrías manuales, la escritura lo está por un incremento en las asimetrías de la infancia a la adolescencia y la edad adulta (Rigal, 1992; Teixeira, 2008). En conclusión, esta gran diversidad en las preferencias manuales parece indicar que la lateralidad manual podría ser específica a la tarea, dependiendo de los requerimientos funcionales particulares de cada acción motora más que tratarse de un componente general del comportamiento motor (Teixeira, 2008). ¡El Homo asimetricus tiene bien claro qué mano debe utilizar en cada momento! En breve nos plantearemos si existen o no diferencias culturales asociadas al uso de las manos.

 

Algunas referencias de interés:

Annett, M. (1972). The distribution of manual asymmetry. British Journal of Psychology, 63, 343-358.
Annett, M. (1985). Left, right, hand and brain: The right shift theory. Hove, UK: Lawrence Erlbaum Associates Ltd.
Corballis, M. C. (2002). From hand to mouth: The origins of language. Princeton, New Jersey: Princeton University Press.
Kimura, D., & Vanderworlf, C. H. (1970). The relation between hand preference and the performance of individual finger movements by left and right hands. Brain, 93, 769-774.
McManus, I. C. (2002). Right hand, left hand: The origins of asymmetry in brains, bodies, atoms, and cultures. London: Weidenfeld & Nicolson.

 

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