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VIDA ZURDA

15/09/2021

La vida para quien utiliza el lado izquierdo siempre cuesta un poco más. Por cada diez bancos escolares, solo hay uno –con suerte– que está destinado a alguien zurdo. Y, cuando nos sentamos sobre este, se siente extraño, hasta ajeno. Es que nos acostumbramos a un mundo en el que la zurdera era considerada tabú, diabólica o inaceptable. De hecho, la mayoría de utensilios y diseños estaban creados para diestros. Por lo tanto, no nos quedó otra que adaptarnos a las normas de juego externas, dado que no había lugar para nosotros, ni para nuestro reconocimiento.

Sin embargo, las cosas han cambiado con el tiempo. Pasamos de ser reprimidos a convertirnos en un grupo selecto y particular. Aún representamos una novedad. Inclusive, nunca falta la persona que abra los ojos con asombro al vernos apoyar el lápiz en la hoja. Así, aprendimos a formar una pequeña comunidad que no distingue sexo, raza, etnia, ni límites geográficos. Esto sucede en cualquier ciudad, ya sea Paraná, Buenos Aires, Berlín o Tokio. Sin importar qué tanto conozcamos o no al de al lado, basta con que lo revele para inmediatamente convertirse en un hermano. Lo celebramos, nos entendemos y sabemos con certeza que vamos a contramano.

Las estadísticas lo sentencian: vivimos en un planeta que va hacia la derecha. Apenas el 10 por ciento de la población mundial es zurdo. Así nacemos, no nos hacemos. Por lo que es en vano obligarnos a ser otra cosa distinta. Estamos rodeados por innumerables mitos y supersticiones. Algunas más favorecedoras que otras. Se rumorea que somos más creativos e inteligentes, o bien, que vivimos menos. Lo que sí, nadie puede contarnos acerca de las dificultades para maniobrar una tijera, ejecutar un instrumento musical e inclusive utilizar los cubiertos. Nosotros lo sabemos de primera fuente, ni se molesten.

 

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